El arte de las trincheras

Uno de los defectos que tenemos los tauro es que podemos resultar verdaderamente testarudos cuando nos obsesionamos con algo. Últimamente, mi caso son las grandes guerras del siglo XX —bastante evidente—, y como mi zona de confort en realidad es el arte, he querido encontrar la relación entre ambas obcecaciones.

Cuando uno está a punto de terminar el bachillerato, se pregunta qué demonios va a estudiar, y una vez lo tiene decidido parece que el mundo está resuelto, pero no es así. Ya en la universidad, comienzas a pensar en las siguientes decisiónes que tendrás que tomar, como las especialidades de tu carrera. Para mí, tener que elegir un periodo de toda la Historia del Arte es como pedirle a una madre elegir su favorito de entre sus hijos; imposible. El otro día me encontré pensando en que si mi carrera fuera Historia a secas, tendría muy claro cual sería mi especialidad y en qué querría enfocar un Trabajo de Fin de Grado o incluso un Doctorado; ello sería sin pensarlo dos veces el siglo XX, en concreto su primera mitad. Pero, ¿y en cuanto al arte? Entonces uno de mis compis de piso consiguió abrirme los ojos con tan solo tres palabras: arte de trincheras.

Todo el mundo sabe (o debería) que el arte también fue una gran víctima de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero lo cierto es que las guerras también dieron paso a un gran número de artistas que conformaron una corriente propia, afín a los horrores bélicos. Este tipo de arte al que jamás se le da mención es el llamado arte de trincheras.


Soldados tallando casquillos de proyectil

Sin embargo, no está limitado tan solo a las guerras mundiales, ya que abarca todo un largo periodo comenzando desde las guerras napoleónicas hasta la actualidad. Aun así, su mayor "periodo de esplendor" no llega hasta la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918). Estos artistas eran tanto soldados como prisioneros de guerra o simples civiles, a quienes largas jornadas de espera, inseguridad y tensión, generaban un gran y enorme aburrimiento. Y es que poco se habla de ello, pero puede que el momento más duro de la vida en las trincheras fuera cuando cañones y fusiles caían en el silencio, cuando la única tarea era esperar una siguiente ofensiva. Por ello, los hombres buscaban cualquier distracción y entretenimiento para hacer pasar las horas. Unos fumaban cigarrillos, otros aprovechaban para coger el sueño, y de vez en cuando, creaban arte. De este modo, utilizaron todo tipo de artículos desechados a causa del conflicto armado, como por ejemplo casquillos de bala, para realizar sus pequeñas e insignificantes obras de arte. 



Pero algunos fueron incluso más allá de los simples cachivaches, tallando en las propias paredes de las trincheras, practicando la fundición casera o llenando postales para sus seres queridos de hermosas pinturas que describían su vida en el frente. Esta última idea la tuvo un soldado alemán llamado Otto Schubert, de tan solo veintitrés años, quien envíaba cartas a su amada Irma. Él prefirió contar su vida diaria dejando a un lado las palabras y realizando pequeñas pinturas. Éstas fueron posteriormente prohibidas durante la época nazi, siendo guardadas en una caja durante décadas hasta que una descendiente de la familia dio con ellas.

"Buenos cigarros, una carta, pero en el periódico no hay nada sobre la paz", dice Schubert en uno de los márgenes.

 



En la manera de hablar de hoy, llamaríamos a las postales el "Twitter" de la época.            — Parte del ensayo junto a la exposición de las postales en la Pepco Edison Place Gallery, Washington.

Tanto Schubert como el resto de hombres que vivieron la guerra y decidieron donar algo de su tiempo al arte, consiguieron humanizar el conflicto. Así, gracias a todos ellos hemos podido conservar en el tiempo una visión, no solo de los materiales de los que disponían, de su entorno y su gran imaginación combinada con el tiempo libre, sino de lo que para muchos significó la vida en las trincheras, y de ese modo, de sus sentimientos y emociones más profundos.


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