Los detallistas frente a los fatalistas

Vuelve a parecer que hace siglos que no escribo, pero entre una cosa y otra no encuentro ni tema ni tiempo. Así que he decidido hablar sobre algo a simple vista insignificante, sin guion ni esquemas.

Siempre me ha encantado celebrar mi cumpleaños, y creo que puedo decir con toda sinceridad que los regalos nunca han tenido un papel esencial durante ese día. Si todos los años he sentido cierto entusiasmo hacia esa fecha es porque ello significaba una mera excusa para reunir a toda la gente que me importa. Si decides quedar para comer un sábado todo el mundo tiene planes, sin embargo, si dices que es tu cumpleaños no suele faltar casi nadie. No sé si tomármelo a hipocresía o a extrema necesidad de hacer lo que se considera políticamente correcto, pero el caso es que a la gente no le importa cancelar todos sus planes ese día e ir a comer contigo, aunque eso signifique hacerse trescientos kilómetros ida y trescientos más de vuelta. Eso, hipócrita o no, es ser detallista. Y creedme, yo soy gran amante apasionada de los detalles. O más bien suelo odiar rápidamente a quien no los tiene (en un alma joven cabe demasiado, sobre todo si implica la palabra odio, por desgracia). 

No obstante, este año ha sido diferente, no sé cómo no me lo veía venir. Este veinte de mayo era imposible reunir a nadie, y no porque la gente haya dejado de tener detalles (que también), sino porque ni yo podía cancelarlos por mi cumpleaños. Quizá ha sido por eso por lo que me pasé el día lloriqueando como una tonta, porque me vi sola en un día que, ya después de ibuprofeno, entendí que debería ser como otro cualquiera. Nací ese día, ¿y qué? He aprendido que cuanto menos esperemos de las cosas (por no señalar con dedo punzante), mejor nos irá todo. Creo que este pasado sábado, hubiese llamado quien hubiese llamado, habría esperado más, porque no había excusa para reunirnos, y era eso el pequeño pedacito restante que hacía que todo pareciera estar mal. Todos estamos desperdigados en un país de más de quinientos cinco mil kilómetros cuadrados trabajando en lo nuestro, y hemos de asumirlo, la mayoría, por no decir todos, vamos por caminos completamente distintos. Es ley de vida.

Por cierto, también es ley de vida y demostrado que las madres (la mía al menos es mi mayor aliada) nunca fallan. 

Esta era mi visión fatalista del todo, porque ya os he dicho que en alma verde todo cabe, y la mía está llena de románticos pesimistas, no importa de qué siglo. Que si Manrique, que si Ruskin, que si Schopenhauer, que si Friedrich... De vez en cuando se amotinan en mi contra y consiguen tener bastante influencia. El problema que tenemos cuando nos ponemos en modo nihilista es que no vemos más allá de lo que nos interesa, y en ese momento al cerebro lo único que le apetece ver es cómo todo está predestinado a hundirse en la mierda. Así. Sacamos el filtro oscuro y echamos al lado las cosas buenas, que también abundan. Yo tardé dos días en darme cuenta de eso, y dos días dan para mucho.

Puede que todo el que antes conocía ahora viva al menos a trescientos kilómetros de distancia, que a muchos nos haya sido imposible vernos la cara al menos una vez al año, tan imposible que hasta se les ha olvidado que el pasado sábado solíamos tener una excusa para reunirnos para comer galletas caseras, pero eso no significa que estoy sola ni mucho menos. Porque lo cierto es que, puede que me falte alguna que otra personita alrededor, pero no podía estar mejor acompañada. Así me lo han demostrado este cumpleaños. Un saludo a la universidad y su calendario, que no nos impide irnos de cañas si la dicha es buena.

Vuelvo a las personas detallistas, que por ahí van los tiros. Hoy día escasean, o al menos yo no me he topado con muchas. Sin embargo, cuando lo hago da gusto. Los detalles son pequeños, pero de enorme significado, cuesta mucho encontrarlos y nada compartirlos. Pero ahí estamos, escatimando, y eso (con perdón y sin él) me da por culo, porque parece ser que nos quejamos mucho de crisis económicas y no nos damos cuenta del enorme declive social que estamos causando. 

En los cumpleaños, supongo, toca ser detallista.

♥ Regalazo de mis compis ♥

Blitzkrieg, la guerra relámpago. Un enorme libro de tapa dura con cantidad de documentos originales pertenecientes a la segunda guerra mundial. Desde billetes pertenecientes a la época de inflación alemana tras la gran guerra, hasta diarios que cuentan la experiencia durante la evacuación de Dunkerque o las anotaciones de Churchill para su famoso discurso de julio de 1940. Resumiendo, una jodida pasada. Algo que jamás te comprarías, pero te quedarías horas mirando en un escaparate. Esto es ser detallista. No es cuestión de materializar las cosas, porque no va de eso, pero podría no haber sido este libro. Podría haber sido algo de maquillaje, una camiseta que no llegaría a ponerme nunca, algún accesorio barato. Sin embargo, este fue uno de los mejores regalos que me han hecho por mi cumpleaños (por no decir el que más, ea, dicho). Y veréis, no es solo un libro que habrá costado con casi completa seguridad un ojo de la cara; es un "te escucho cuando hablas", un "te conozco", un "me acuerdo de ti". En eso consisten los detalles.

En definitiva, un guantazo en la cara a tiempo para que me deje de pensar tonterías.

Hablando de detalles, ¿he dicho ya que soy su gran amante apasionada? Por eso tenía que añadir uno a mi cuerpo, algo que estuviera conmigo de por vida.

♥ Regalito de mi madre ♥

Y es que como el buen Joël Dicker, joven escritor suizo, dice: No debemos ser fatalistas, debemos escribir.
 
Vuelve a parecer que hace siglos que no escribo, pero a partir de ahora ya no tengo excusa, porque a partir de ahora lo llevo en la piel.
Con la tecnología de Blogger.

Seguidores