¿Qué son los clásicos?


¿Qué es un clásico? Un clásico es aquél que no pertenece a una época, sino a la eternidad, aquél que no pasa de moda, aquél del cual pronuncias su nombre y todo el mundo lo reconoce, aquél que siempre acabamos leyendo a la luz del flexo en mitad de la noche aunque sea por mera curiosidad. Pero para mí un clásico es, sobretodo, aquél que por mucho que pasen los años, décadas y siglos, sigue embaucando a todo tipo de público, sigue teniendo gran repercusión en la actualidad y no deja de enseñarnos siempre algo nuevo, un algo que se queda clavado en tu interior como una pequeña espinita. Cuando esa espinita se clava en el corazón de todos los lectores, acaba por formarse un enorme rosal, y ese rosal pasa a llamarse clásico.

Este año es el aniversario de la muerte de dos grandes escritores, clásicos por sí solos. Uno de ellos es mi querido Shakespeare, por el que, puede que por su lenguaje o por el simple hecho de ser todo un enigma, siento gran predilección. Nadie se atrevería a negar que cualquier obra del dramaturgo inglés es completamente un clásico en toda regla, sobre todo si aplicamos esa regla a una de ellas en concreto: Romeo y Julieta, el prototipo de amor trágico por excelencia, y la base de miles de novelas, canciones y películas a lo largo de toda la historia. ¿Cuántas historias se han basado en el amor prohibido de dos jóvenes a causa de su familia? Hemos decidido ir dando capas de azúcar al fatídico desenlace, pero por lo demás, el argumento sigue siendo el mismo.

Si buscas en internet adaptaciones cinematográficas de las obras de Shakespeare la lista es infinita. Si he de nombrar algunas, esas serían El Rey León (basada en Hamlet, por muy increíble que parezca) y West Side Story (basada, evidentemente, en Romeo y Julieta), un musical situado a mitad del siglo XX en las calles de Nueva York. Ambas son maravillosas creaciones tratadas de un modo completamente distinto y llevadas a un género totalmente opuesto.

Lo mismo pasa con la música, por ejemplo. Sus obras han llegado a ser tan inspiradoras que hasta el arte de la música ha cogido prestada algunas de sus maravillosas quotes. En la canción Limelight de Rush se incluye la famosa frase de “la vida es un escenario y nosotros somos simples actores”. También ha inspirado a artistas tan grandes como Elton John, con su canción The King Must Die, Bob Dylan, con Desolation Row, e incluso a Taylor Swift con el tema Love Story, donde se declara oficialmente una Julieta que desea cambiar el final de su historia.

¿Las razones de su infinito éxito? La vida nunca cambia. Tal y como suena. Shakespeare trata temas cotidianos a los que todos nos enfrentamos al menos una vez en nuestra vida. ¿Quién no ha tenido un amor imposible o ha sentido la duda de si hacer o no hacer algo hasta llevarlo a la locura? ¿Quién no ha sentido ambición, celos, y las ganas de venganza (siempre que no incluya un asesinato)? ¿A quién no le han traicionado alguna vez en su vida? Los problemas que él trata siguen existiendo hoy en día aunque en vez de tratarse de todo un país como Dinamarca, se trate tan solo de nosotros mismos. Además, los personajes que manipula son del todo humanizados, y por mucho que hayamos cambiado, la naturaleza del ser humano sigue siendo la misma.

Si tuviera que elegir un clásico favorito tendría que cerrar los ojos bien fuerte y morderme el labio para no decantarme por mi adorado William. Su historia de amor más trágica es, por muy cliché que parezca, mi benjamín de toda la literatura, más por su forma de tratar el diálogo y las palabras que por el argumento en sí. Pero trasladándome al ámbito de la novela, elegiría El Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, al sentirme eternamente atraída por la época de los años veinte y sus glamurosas fiestas empapadas de música jazz, que, en una sola tarde, consiguió clavarme su diminuta espina de 183 páginas.

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