El código del escorpión

Últimamente he cogido la buena costumbre de traerme el periódico de la universidad cada semana a casa, para así poder echarle un vistazo antes de comer. Una sección a la que no le quito ojo es la del calendario de eventos. Tal es mi suerte que justo ayer vi un anuncio sobre la presentación del último libro de Arturo Pérez-Reverte, Falcó.

Miré la fecha un buen número de veces para saber que no se trataba de un error visual mío. Lunes, 21 de Noviembre. Podía haber cogido el periódico cualquier otro día, sin embargo, lo hice el lunes. 

Puede que para muchos suponga ignorancia, pero yo tuve la suerte de ir completamente en blanco. No había leído nada de su obra, más que algunos artículos sueltos de los que, con toda sinceridad, no recuerdo apenas nada. Ni siquiera me había molestado en leer las críticas. Solo sabía que se trataba de un individuo muy relevante tanto en la literatura como en la lengua española, que en clase habíamos hablado de él, que mucha gente lo admiraba, y que mucha otra lo odiaba. Sabía que me hacía ilusión por el hecho de lo desconocido: me sabía su nombre, pero no su historia. Era la oportunidad perfecta para juzgar por mí misma y de primera mano, a aquel personaje del que tanto hablaban, del que tanto discutían.

Además, nunca había ido a un encuentro literario, y si no te echas encima de las nuevas experiencias la universidad sería un fracaso. ¿Qué mejor manera de empezar a hacerlo?

Salí de clase cargada de mis apuntes hacia el Teatro Liceo. 19:00. La cola ya era inmensa y di gracias por que no lloviera. Media hora después ya estábamos dentro, y yo, sin esperar menos, en primera fila (una de las ventajas de ir a los sitios sola). 




La espera se hizo larga e impaciente, pero tras otros treinta minutos uno de los chicos del staff salió a dejar una cerveza en la mesa del centro del escenario; tras ella por fin salían Pérez-Reverte y Luis García, su entrevistador durante la noche.

Lo cierto es que la velada se hizo familiar y acogedora. Fue como si dos amigos se sentaran en un bar apartados de la gente, en un rincón oscuro, a charlar tanto de literatura como de la vida, la muerte, la guerra...

He de decir que Arturo me pareció un auténtico maestro de la retórica, con el lujo añadido de poder decir me importa un carajo lo que los demás piensen. Trató temas como el de España, un país lleno de etiquetas, en el que cerramos la puerta a posibles ambigüedades, y es que a medida que te vas acercando a miembros de cada bando notas como esas odiosas etiquetas se hacen más borrosas. ¿Cuál es el límite? ¿Dónde está la raya que nos separa?

También habló sobre los jóvenes que aspiran a ser grandes escritores (quizá la parte que más valoré al ser mi caso), aconsejándoles vivir la vida antes de intentar contarla, sin dejar de leer y más leer, y por supuesto, cito textualmente: jugando al baloncesto con la papelera, el deporte favorito del escritor. Y es que no debemos tener prisa por hacernos grandes de la noche a la mañana, debemos crecer e ir coleccionando emociones, experiencias, ideas, hasta que inesperadamente, por fin tengamos algo que contar. 

Además, mencionaron algo acerca de un código, el código del escorpión, que consta de tres pasos: observar el entorno, picar rápido y largarse mucho más rápido. Un consejo de lo más útil para los escritores si sabemos interpretarlo: prepara lo que quieres escribir, atrapa rápido al lector y avanza de forma ágil con la trama.

Al contar sus experiencias como reportero de guerra y adentrar su nueva novela en un escenario similar, dijo algo que todo el mundo, en especial los historiadores, deberíamos tener muy en cuenta a la hora de juzgar los hechos e ideas de otra época: hay que mirar cada cosa con los ojos que le pertenecen. No podemos mirar atrás y esperar entender lo que ocurrió, cómo y por qué, si lo miramos con los ojos de hoy en día. Algo que quizá se nos olvida demasiado. Lo que ocurrió; el Imperio Romano, la Inquisición, el Renacimiento, la Revolución Francesa, la primera y segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil... todo aquello ocurrió entonces, no ahora.

Se metió, como él dice, en jardines demasiado grandes en los que no dejaba de decir verdades que a nosotros se nos atragantan, verdades casi prohibidas escupir. Y es por eso por lo que quizá todos se han echado las manos a la cabeza cuando se han atrevido a juzgarlo, porque no tiene tapujos, no anda con rodeos ni engaños, algo que siempre ha sido muy castigado por esta sociedad. 

Por supuesto, también hablaron de su nueva obra, el protagonista escondido de este encuentro. Falcó, una novela de espionaje ambientada en los años 30 y 40, con un protagonista al cual su creador define como un lobo



Como cabe esperar, su trama ya me atrapó al tratarse del ambiente de los años de las guerras, pues ya sabéis lo enamorada que estoy de su estética. Se trata de una mezcla de lo cutre que solemos atribuir a España, con los lujos del más puro estilo Hollywood, por lo que consiguió sin mucho esfuerzo comprarme. 

Una vez concluyó la entrevista, durante la cual tuvimos tiempo de echar unas risas gracias al carácter del autor, salimos directos a pedir, qué menos, un autógrafo. Yo caí en la inevitable tentación de comprar un ejemplar, con la ilusión de llevármelo firmado a casa. Y eso es algo que agradecer, Arturo, que para mí, viviendo la vida de universitaria, veinte euros saben a oro. Suerte que los libros siempre son buena excusa para los padres.

No pude irme sin anécdota que contar a mi familia y amigos, pues nada más abrir el libro y leer la primera frase, se me encendió una bombilla. La mujer que iba a morir... Recordé mis clases de lengua y literatura del año pasado y las lecturas que realizamos a lo largo del curso. Fue como si me lo estuviera diciendo el mismo libro: La voz dormida, de Dulce Chacón, una de mis autoras favoritas. Ambos comienzan de la misma manera tan peculiar, que sin duda alguna consigue atrapar al lector desde el principio.

Se lo tenía que decir. Se lo tenía que decir fuera como fuera. Necesitaba saber si se trataba de una mera coincidencia o un guiño a la obra de la escritora extremeña. Juro que estuve ensayando lo que quería decirle durante toda la hora que permanecí en la cola. Hasta que me tocaba a mí. No me he sentido más nerviosa en mi vida. Ahí estaba, delante de uno de los escritores más destacados del país y quizá del mundo. Yo, una mera aficionada a la lectura. 



Mi descubrimiento acabó siendo una simple pero extraordinaria coincidencia, con la que espero no haberle importunado. Sin embargo resultó una tertulia de lo más interesante y cautivadora, en la que hasta incluyó recomendaciones de alunas películas como Esta noche o nunca, y en la que admitió lo bien que lo había pasado escribiendo a este personaje, por lo que no acabará en esta primera novela. Pero sobre todo, fue una enorme y perfecta oportunidad para juzgar por mi misma a aquel hombre tan polémico. Un hombre sin duda, honorable.





2 comentarios:

  1. Me encanta lo que has escrito! Hay personas agraciadas con el don de la palabra, y tú tienes la suerte de poder contarte entre ellas. Lo he disfrutado doblemente: por leerte a ti y por la admiración que siento por Pérez Reverte. Que se echen a temblar los escritores de superventas, que llega Lucía! Es un orgullo para mí haberte dado clase.

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    1. Ay muchísimas gracias, Luz, me ha hecho mucha ilusión tu comentario.

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