Tres visitas obligatorias

La semana pasada no fue malgastada del todo. Gracias al merecido descanso meteorológico que tuvimos era la ocasión perfecta para realizar algunos puntos de mi wishlist universitaria. Taché tres en total, y ninguno me ha dejado indiferente, ya que tal y como yo me esperaba, han merecido mucho la pena. 

1. La Malhablada 

Cada vez que paseo por la calle Compañía el rótulo sobre la puerta llama mi atención, a pesar de hoy día carecer de su pintoresca pintura. Un pequeño edificio antiguo dedicado a los microteatros nocturnos, con un cartel a la entrada que te invita a subir a su terraza y disfrutar de las maravillosas vistas. De vez en cuando, sobre todo si estoy en gran compañía, nos acercamos a ver el tablón donde anuncian las obras en cartelera. Esta vez una llamó completamente mi atención, y no debéis de tener mucha cabeza para poder imaginar sobre qué iba esta obra.

El relojero, así se titulaba. La historia de tres soldados prisioneros en un calabozo nazi a los que se les presenta una terrible decisión: han de elegir a uno de ellos para ser fusilado, si no hay elección alguna, todos correrán la misma suerte. 

A tres míseros euros la entrada decidimos ir sin pensárnoslo dos veces. Subimos al ático y nos asomamos a aquellas vistas de las que tanto se hablaba. El paisaje nocturno no podía ser más idílico e inspirador.


Entonces vimos a un par de soldados de uniforme salir a la misma terraza en la que estábamos para fumar un cigarrillo. A pesar de que sabía que aún no estaban actuando, era como sentirse parte de la trama, como trasladarse a otra época. Normalmente tan solo acostumbro a ver a gente vestida así a través de una mera pantalla, pero aquello se sentía totalmente diferente.

Poco después sonó una campana, avisándonos de que ése era nuestro turno. Bajamos las estrechas escaleras y una mujer nos invitó a entrar a una sala bastante pequeña. El público era un grupo reducido de apenas media docena de personas, y eso lo hacía todo mucho más cercano. Estábamos a punto de ver una obra de teatro en nuestras mismísimas narices, y no una obra cualquiera en un típico escenario cualquiera. 

La pared frente a nosotros estaba hecha de cemento, y a la izquierda había una especie de despacho con cristales tintados. Dos soldados ya se encontraban encarcelados a nuestros pies, y de repente, mientras la música sonaba como banda sonora, un tercero era echado al calabozo a manos de un soldado alemán. Los pelos se me pusieron de punta.

Lo cierto es que nunca he sido gran fan del teatro, teniendo una notable predilección por el cine. Es comprensible que los escenarios en el teatro no pueden equivalerse a los del séptimo arte, por cuestiones obvias, pero además de eso (puede que porque nunca he asistido a una obra en condiciones) siempre me ha parecido un género mucho más sobreactuado, en el que los actores no pueden cometer errores y los nervios de vez en cuando son notables; cosas del directo.

Estaba equivocada. Tan solo duraba quince minutos, y se me hizo corta. La obra fue exquisita, los actores naturales, realistas, y la trama del todo interesante, dejándote pensativo hasta incluso ahora, una semana después. Además, debido a la cercanía con el público, pudimos tanto hablar como felicitar a los actores, cosa que no pasa ni en el cine ni en una obra teatral ordinaria.

Se ha acabado esa separación de escenario y butacas, entre actores y espectadores. En la Malhablada eres trasladado a la obra junto a los personajes.


2. La Alberca

Harta de buscar la nieve hasta debajo de las piedras, me olvidé de ella y decidí regalarnos un viaje a uno de los pueblecitos de la provincia de Salamanca más pintorescos. La Alberca, nombrado Monumento Histórico-Artístico en los años cuarenta, es otro traslado a otra época, esta vez la Edad Media, donde esta población tiene sus orígenes.  

Es destacable su iglesia, del siglo XVIII, curiosamente acabada el mismo año que la catedral de Salamanca. 

 
Visitada por Unamuno y otros muchos artistas a los que cautivó. Y es que no es extraño que así fuera, ya que a pesar de recorrerlo en poco más de un par de horas, resulta del todo acogedor y engatusante. 
 





Cabe decir que no esperaba encontrarme tantos anticuarios en los que poder rebuscar algún que otro capricho, y como consentida que soy, acabé trayendo algo a casa. 




3. La Scala Coeli

Lo bueno de la universidad, y a veces lo malo, es que tenemos un horario con bastantes horas libres. Normalmente tan solo las utilizamos para ir a comer o para jugar al trivial como verdaderos frikis de la historia y la cultura. Sin embargo, el pasado martes alguien tuvo la gran idea de poner nuestro culo en marcha y hacer alguna que otra visita a los mayores monumentos que tenemos a tan solo un tiro de piedra del sitio en el que estudiamos. Esta vez fuimos a visitar durante su horario gratuito la Scala Coeli de la clerecía de la Universidad Pontificia.



Las escaleras de caracol no son las mejores amigas de mi querido vértigo y tembleque, pero aun así, cargada de la mochila y el manual de Historia Moderna, hice un pequeño esfuerzo. Parecían no acabar nunca. 

Como casi siempre, el esfuerzo mereció la pena. Las escaleras daban acceso a ambas torres, recibiéndote con una esplendida vista panorámica de toda la ciudad. 


 
Es una de las mejores manifestaciones barrocas de toda Salamanca, y tal como su nombre indica, se trata de una escalera al cielo.

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